sábado, 12 de septiembre de 2009

EL CIERVO


Foto : Manuel Andia




Era temprano. Lo despertó la hoja de la ventana golpeada por el viento contra la pared de la casa. La claridad del alba entro casi sin fuerza a iluminar la habitación en penumbras. El sol se había ocultado y una tenue pero consistente marea grisácea había decidido reemplazarlo, guiando el ritmo monótono del cuchillazo helado que teñía de blanco las paredes de la cabaña. La salamandra gemía al costado izquierdo, muy cerca de la cama todavía caliente, alejando cualquier rastro de ese infierno gélido que lo esperaba del otro lado. Afuera.
Se levanto tranquilo y se acerco al ventanal. Se paro frente a las largas hojas de vidrio que lo revestían y se quedo con los ojos clavados en la nada. Su rostro era agradable, con facciones suaves pero marcadas.. Tenia un aire decidido y la mirada punzante.Casi inconscientemente empezó a tararear la melodía de una canción de cuna. Durante un rato se quedo observando la planicie blanca que se abría enfrente suyo. El lago estaba casi helado. El bosque parecía dormido con los altos pinos moviéndose al unísono, marcando la línea que el horizonte intentaba dibujar. Una mañana común y corriente en el sur del mundo. Muy lejos de la civilización urbana. Un lugar donde lo salvaje reinaba con sus propios códigos, con sus propias reglas. Donde nada estaba previsto y nadie se anticipaba a lo que sucedería. Allí solo se respiraba libertad.
Enrique observo la puerta tranquera de su cabaña y noto que estaba abierta. Las dos camionetas estaban ya listas para partir. Toda la extensión de la llanura que bordeaba el bosque estaba cubierta de la nevada de la noche anterior. Eso hacia todo un poco más difícil.
El latido casi suplicante del viento a centímetros de su cara lo trajo otra vez a la realidad. El duro vidrio contuvo el puñetazo que este intentaba arrojarle. Observo el desorden del cuarto y recordó como se habían amado. Recordó los orgasmos compartidos y como se habían dormido uno sobre el otro. Cruzo la habitación hasta el extremo opuesto dejando que la tenue luz solar iluminara su desnudez, se coloco un pantalón y se detuvo frente al espejo, serio. Recordó que a Carla siempre le había gustado que no usara ropa interior..
Escucho un murmullo, en la cocina, y supo que ella estaba terminando el café. Ese aroma que lo inundaba todo. Que le hacia sentir una sensación cálida, muy cálida, en sus manos, en su piel, en su boca, en su alma.
Llego al comedor y todos estaban despiertos. La ansiedad se leía en sus rostros. Carla se acerco y lo beso en los labios. Le sirvió una taza de humeante café negro.
No hablaron demasiado. Era muy temprano y nadie tenia nada que decir. Estaban acostumbrados a las alegrías silenciosas de anteceden a las cacerías. Eran viejos expertos y sabían muy bien lo que estaban por hacer. Se sentaron en circulo. Estudiaron el perímetro del bosque. Los posibles paramos donde estaría la presa. Los senderos peligrosos. Repasaron con ojo experto los últimos detalles antes de partir. El gordo Walter iría con el, Joaquín y Armando harían otra pareja, Luis y Ricardo serian la otra.
Cuando salieron el viento pareció empujarlos hacia adentro. Ella lo despidió con un largo beso. Afuera el frió quemaba la piel.
Casi flotando se dejaron llevar hasta las camionetas. Subieron a los vehículos y luego de una pequeña espera, partieron hacia el bosque.


II


El camino estaba difícil. La nevada de la noche anterior dificultaba el paso y los vehículos reculaban exigidos para poder mantenerse avanzando.
Al rato,el gris oscuro que cubría el cielo empezó a aclararse y dejo que algunos dispersos rayos solares iluminaran el páramo que rodeaba al bosque de pinos. Bajaron en silencio. Acostumbrados a la cosa. Enrique observo las huellas frescas en la nieve y le marco el camino a cada pareja. Observo a Walter de reojo. Se conocían hacia años, de la escuela secundaria en Buenos Aires. Muchas cosas lo habían unido y se tenían mucho afecto. Walter le sonrió. El gordo era cálido y muy buen compañero. Siempre estaba en los momentos difíciles.
Vamos _ le dijo con una expresión excitada en el rostro. Vamos_ respondió entre dientes. Avanzaron a paso rápido al principio. Hasta llegar a la base de la una loma alta y escarpada. Walter se refregó las manos en las pantorrillas -ffrrioooo de mieerrdaa -grito. Era realmente insoportable. Inaudito. El viento como un avezado cazador pareció escuchar en ese grito una clara invitación a su presencia y se lanzo sobre ellos. Empezaron a avanzar como títeres bajo la fuerte ventisca. Él empezó a tararear la canción de cuna. Esa melodía lo tranquilizaba. Lo hacia recordar a su infancia, cuando era libre. Cuando todo era liviano y hermoso y no conocía la amenazante presencia del miedo.
De pronto perdió pie y se derrumbo como un muerto, sobre la nieve. Dale boludo no te caigas _ le grito el gordo riéndose.. La enorme raíz de un pino lo había sorprendido, se levanto con dificultad y observo lo que lo rodeaba. La nieve estaba alta, muy alta, casi 30 centímetros mas que de costumbre. Empezaron el avance por la pendiente del oeste.Poco a poco su estado físico empezó a imponerse al de su compañero y lentamente empezó a dejarlo atrás. Las huellas del ciervo iban hacia el sudeste, se adentraban en la montaña, bordeando el sendero que llevaba al lago.. Lo extraño eran esas otras huellas que acompañaban las del ciervo.
Este era un ciervo solitario. Hacia meses que le seguía el rastro.. Y este casi con la inteligencia de un humano lograba evitarlo y escabullirse. Y se perdía en el corazón del bosque antes que pudiera reaccionar. Nunca lo había visto con hembra o con una a manada. Parecía ser uno de los pocos sobrevivientes de los ciervos colorados. Por eso le llamaban la atención esas otras huellas.
La montaña de nieve marcaba con mucha claridad la dirección seguida por el animal. Empezó a subir la ladera de la loma no sin cierta dificultad. El frío conjugado con la nieve era una mezcla ideal para obstaculizar el camino. Una y otra vez repetía la de idea de que la temperatura era muy baja, bajísima, tan baja como hacia mucho tiempo no sentía. Con pasos dificultosos logro llegar hasta una pequeña isla de pinos que se encontraba unos metros mas abajo de la cima de la loma. Algo lo hizo pensar en el ciervo, en su instinto de supervivencia. En ese deseo por la vida que lo hacia casi inalcanzable. Esa fuerza natural que lo mantenía vivo. Esa rebeldía de oponerse a lo establecido por el hombre. Dejar que su furia salvaje le diera las verdaderas normas que necesitaba para existir.
Se dio cuenta que existía una cierta intimidad. Que se había apegado a él. Todos estos meses de persecuciones, de búsquedas por los senderos perdidos, de choques inesperados, de vestigios marcados en la piel de la nieve eran el curso de una larga amistad. Una tregua casi pactada. Una planificada transacción entre partes. Eran las reglas establecidas entre jugadores que cazador y presa conocían y respetaban.
Cuando llego a la cima de la loma miro hacia atrás. Walter se había rezagado unos cincuenta metros y estaba muy agitado, detenido a pocos pasos de la isla de pinos.
Entonces levanto la vista y se encontró al ciervo frente a el, cara a cara. A unos setenta metros de distancia. A su lado un pequeño cervatillo rengo seguía su paso. El fuerte viento del oeste los había desorientado y no lo habían olfateado. El destino los juntaba de pronto. Victima y victimario se encontraba frente a frente para definir la partida. Había llegado el momento de determinar hacia donde se ladearía la balanza de las cosas. Era lo que habían estado buscando hacia largo tiempo. Uno por sobrevivir y el otro para mostrar su poderío. Toda su fuerza de destrucción.

Levanto el fusil y tiro.. El estallido rompió en pedazos la calma sinuosa que se cernía sobre el bosque.
Preesaaaaa _ presssaaa a la vista _ grito mientras se abalanzaba sobre el animal. Cuando cruzo la mata de arbustos tropezó con un espectáculo que lo detuvo petrificado. Frente a él, con ojos suplicantes, desangrándose en la nieve encontró el cervatillo. Su padre estaba a su lado, lamiendo su herida sangrante, su pequeño corazón de niño. Levanto la mirada y le clavo los ojos. La melodía de la canción de cuna le acaricio los oídos. Se irguió en todo su esplendor y avanzo con su testuz afilada apuntándole al pecho. Toda su furia animal se desplegó en esa embestida.
Walter acelero su paso. Se dio cuenta que no estaba en estado. Los 47 años y el cigarrillo le estaban jugando una mala pasada. Apenas pudo subir la loma que lo llevaba hacia el claro de donde venia el disparo.
Joaquín estaba a de espaldas a la detonación. Con Armando se dieron vuelta y vieron a Enrique parado, apuntando con su escopeta al ciervo que se abalanzaba con toda su furia.

Disparo sin pensarlo. Apunto mecánicamente y disparo. Y la bala atravesó la puñalada de cuernos que el ciervo le había lanzado. Entro por la frente y se alojo entre los ojos, justo en el centro. Se tambaleo de un lado a otro durante dos segundos y ladeándose hacia la derecha, cayo a tres metros de Enrique, primero las rodillas delanteras, luego las traseras. Apoyo el rostro en el piso y se dejo caer, con los ojos bien abiertos observando a su alrededor. Y murió. Con el rostro de su hijo, tambien muerto cubriendo la imagen que reflejaba su mirada.

Enrique quedo solo consigo mismo, respirando la inmensidad de la muerte en sus pulmones.
La tarea de destrucción estaba concluida. La música de la tragedia componía ahora sus compases más estridentes. El certificado de omnipotencia estaba desplegado a su nombre con la rubrica de la sangre remarcando el titulo de su obra.
La melodía de la canción de cuna le taladraba la cabeza. Como una condena interna. El recuerdo de su niñez volvía instalarse.. Cayo de rodillas con un largo sollozo explotando en su garganta.
Todos llegaron a la cima de la loma desde ángulos distintos, en el momento exacto.
Todo en el bosque parecía haberse detenido…Apagado.
Levanto su fusil y se llevo el caño a la boca. Pensó en Carla, cuando lo besaba gritando su orgasmo, pensó en los hijos que no habían llegado, en la expresión del ciervo, en su ultima mirada de agonía. Sonrió, a veces las cosas tiene conclusiones extrañas y esta era una de esas. Con una leve mueca recibió la bala que le atravesó la mandíbula y le voló la cabeza. El estallido rojizo fue lo único que desentono en esa hermosa tarde de invierno. Durante los siguientes diez segundos el bosque pareció sumido en un silencio indescriptible, inmenso. Los rostros de todos quedaron petrificados de espanto, sorpresa y miedo.
Los tres cuerpos extendidos en la nieve hacían un triangulo casi perfecto que adornaba de rojo la suave pintura blanca del bosque.

El sol esbozo su ultimo esfuerzo de luz y se desplomo sobre la copa de los árboles. El invierno helado seguía su curso.
Hacia el mar.

EL VAMPIRO



15 años despues




Hace Tiempo que estoy aletargado.
Duermo en la Oscuridad más voraz.
Estoy confuso y debilitado.
Las cicatrices todavía sangran,
Los recuerdos del pasado no regresan,
Y mi antigua humanidad esta muerta y olvidada.

A veces,
En sueños.
Hago grandes viajes al corazón del Dolor.
Estoy destrozado por el odio.
Le miedo se aferra a mis ojos.
Le tema al sol de la mañana
Y me acurruco.
Imperceptible.
Al olvido.

Mi Tiempo de Vida y caza es la noche.
Mi amiga vital y luminosa,
Rica en espasmos sangrientos,
Rica en perlas enrojecidas.
Ella me abraza, se apega a mi
Calma mi Sed.
Me alimenta.
Sus ejércitos me siguen como a un Líder.
Como al Profeta de Angustia.
El Príncipe del Terror.


Soy un sonámbulo leyendo el silencio de la eternidad.
Un ciego desvencijado.
Un espectro sin latido.
Para mi la luces no tienen matices ni brillos.
El silencio no tiene eco, esta muerto, tuerto.

Soy el creador de una nueva raza neutra.
Mis servidores los muertos
Me siguen incondicionalmente.
Y mientras el cielo estrellado se viste de tragedia.


Yo enfermo cada día más.
La soledad me desVasta,
Mi celda se cierra
Como una mano en mi cuello.
Me ahoga.
Me atrapa, no me suelta.
Me condena.
Por Dios.
Auxilio.


Ahora estoy atacado por una acceso febril.
AL mitad del poblado a sido incendiado.
Las niñas ya fueron violadas.
Los niños más fuertes están alimentando a mi gente.
Montañas de cadáveres se acumulan en las plazas.
Nadie sobrevivirá a mi Furia,
Nadie lo juro,
Ni un solo ser vivo subsistirá.
Mi venganza será conocida por los viejos hijos de estos viejos.


En Fin.
Cuando mi cólera se aplaque me recostare a descansar unos siglos.
Hasta que un Nuevo Amanecer me despierte.
En mi casa.
La Inmortalidad.

La Tormenta

Alguien a muerto en la playa..
Entre arena y cenizas
Hay un cuerpo vagando sin forma.
Desnudo…
Errante.
Quiza un pájaro.
El agua golpeándolo sin fuego.

Desplomada la muerte en la playa.
Sin huellas ni dentelladas.
Desplomada la Muerte...
Sin un rastro para encontrar las respuestas.
Alli pendulante..
Sobre la playa..

Una extraño tambor sonando a lo lejos..

La carcajada de los niños a la distancia..

Algo muriendo y algo naciendo.
Desplomada la Muerte...


Quiza el momento anterior ..
A un nuevo comienzo.


La Playa exhausta de tantas mareas.
Testigo inminente del silencio.
Desplomada la Muerte
Esperando..

La llegada…

De la nueva tormenta……

Una mujer

Una mujer cantando.
El fuego y el hambre latiendo con ella.
La noche sosegada.
Transita.

YO CONOZCO AL SILENCIO

Yo escucho el silencio callado.
Escucho el latido de las ratas.
El deleite de los lugares calidos.
La tea del sol en la mano.
Y en el vientre.

Conozco el cuchillo.
Las sienes frías del invierno.
La sensación suicida de las noches rojas.
La vieja leyenda de la vida.

Yo escucho al silencio callado.

Las frases aullantes del secreto.
La multitud en la calle.
Una música sin sentido.
La impotencia de las palabras.
Quizás… nuestros nombres.
Quizás… nuestros nombres.

Ella enfrente mío con un martillo.
Cantando algo que se pierde en el viento.

Ella esta jugando con el nombre de los muertos.
Con las huellas del presente.
Trae un cuchillo con que corta la carne del tiempo.

El tributo del pueblo olvidado.
La mascara roja
Quizás mojada.
Con la sangre de los pájaros.
Los que murieron en las calles.
De a cientos.

Yo conozco el silencio callado.